sábado, 28 de febrero de 2009

MIGUEL ESPINOSA GIRONÉS

Es una verdadera rareza literaria. Que alguien escribiera de una manera tan original una novela como Escuela de mandarines, en Murcia, y durante el franquismo es muy intrigante.

Original es la historia y sorprendente el tratamiento estilístico. Las palabras parecen moldeadas a golpe de martillo y por ello son contundentes, macizas. El estilo es muy personal, con sonoridades arcanas y acepciones novedosas. Se nota el peso de su formación de abogado en la torsión de la gramática, como si quisiera acercar el lenguaje jurídico al lenguaje literario.

El marco de espacio y tiempo se dilata de tal forma que recuerda cosmogonías budistas. También tiene una arquitectura alegórica difícil de penetrar y que da la impresión de ser un juego simbólico de muñecas rusas. Otras veces son espejos paralelos, que semejan visualmente la noción de infinitud.

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